domingo, 17 de octubre de 2010

No veo el mundo...


No lo puedo evitar. Cuando tengo una porra delante, no veo el mundo. Los Domingos por la mañana, antes de subir a casa, compramos porras y churros. Es entonces cuando experimento cambios físicos. Se me nubla la vista, me entran sudores fríos, todo desaparece a mi alrededor excepto la bolsa donde va el material que comentamos. Automáticamente se me coloca un plato como este en cada ojo, como al tío Gilito. Voy andando mirando para arriba, a la bolsa, en vez de recoger toda la porquería del suelo  con la barba. Y no me despego ni un ápice de las piernas de la jefa. Y es que me apasiona todo lo que hace "cronch" en la boca. Y más todavía si tiene grasilla.

3 comentarios:

  1. Qué buena pinta, Nora, espero que te lo dejen probar. Me estoy relamiendo, sin saber siquiera a qué huelen. Pues aquí a casa no los traen, parece que por culpa de cierto tío malaje llamado colesterol, del que dice L. que debe protegerse JM. No entiendo por qué, pero en todo caso, ¡que aproveche!
    Besitos.

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  2. Jajajjaa...... me encantaría ver ese talisman pegadito a tu hocico, fijo que te llevaba al fin del mundo sin rechistar.

    Qué cosas tan especiales pueden ofrecernos estos amos, ehhhhh. A mí me pasa algo parecido cuando se está cocinando la paella, vaya sufrimiento me llevo desde que empieza la sarten a chisporrotear hasta que ya sacan el arrocito embadurnado de mil sabores que me encantan..... ando toda la tarde con la barba aromatizada ... menos mal que Maribel no se corta y me da un buen platito... ainss... que vicio!!

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  3. Yo con una porra delante, tampoco veo ná.. ummmmmmmmmmmmmm

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